martes, 20 de septiembre de 2016

EL VENDEDOR DE GUERRAS Obra en dos actos




EL VENDEDOR DE GUERRAS
Obra en dos actos






PERSONAJES
Vendedor de guerras
Militar
Civil
Soberano
Obispo
Guerra I
Guerra II
Mensajero








La escena se desarrolla en los corredores de la casa de Gobierno.
Se encuentran en el lugar, en primer plano, el militar y el civil; al fondo, en su despacho y sentado en un trono, el soberano, rodeado de sus guardias.
Desde el fondo se deja escuchar la voz del vendedor de guerras:


ACTO II
La Escena se desarrolla en el mismo lugar pero ahora todo está destruido a consecuencia de los actos de la guerra.
Al fondo la guerra continúa, incansable, su labor de destrucción.

Civil



Militar
(Montado a caballo)






Civil
(Sobresaltado)








Obispo




Militar


Civil



Obispo



Militar


Civil

Obispo

Militar

Civil



Obispo


Militar

Civil


Obispo







Militar

Civil


Militar





















Mensajero



Militar









Vendedor
(Entra sonriente)



Militar









Emisario


Guerra I

Guerra II


Militar





Guerra I



Todos a coro, menos el emisario.

Emisario





Guerra II


Militar
(Haciendo eco)









Civil
(Acercándose al militar)

Militar
(Colérico)



Civil







Obispo
Esto me huele mal. Ya hemos ganado tres veces y la guerra vuelve y empieza. No hay tiempo ni deseo de reconstruir la paz.

¡Arre justicia humana! Arre. (Fustigando el caballo se dirige al civil)
Sobre mi cabalgadura descansa la existencia de la patria y en nombre de ella te pido que firmes este documento en el cual consta que, de buena fe y de acuerdo a las más elementales leyes de la democracia, me cedes el poder absoluto para gobernar en estos tiempos de guerra.

¡No! Ha llegado la hora de poner fin a la barbarie. Si alguna vez compré una guerra y la compartí contigo fue acosado por la irresponsabilidad del Soberano pero el Soberano ya no existe y es la guerra quien, ahora, nos gobierna y aprisiona.
Libremos nuestra guerra contra la guerra y dediquémonos a construir la paz.
(Hace la entrada el obispo. Con gesto grandilocuente y genuflexiones de todos los estilos se encara con los personajes y les dice)

Es el castigo que impone Dios a todos aquellos que han quebrantado sus leyes elementales. Habéis comprado una guerra como quien compra un sueño y, ahora, os aprietan sus cadenas.

¡Alto ahí! Que se dedique dios a sus asuntos y peleas con el demonio y que nos deje a nosotros estas cosas de gobierno.

Dios les alimenta la esperanza pero quien les alimenta el cuerpo, si entre soberanos y guerras hasta el alimento ha muerto.

Debieron haberme consultado antes de comprar una guerra así. Hubiéramos comprado una guerra santa, de esas que se acaban en el justo momento que matamos el dios contrario.

Me apasionan estos asuntos. ¿Para qué acabar la guerra? ¡Les compro su parte!

El obispo no tiene parte en este asunto.

Dios siempre tiene parte en todo.

Es problema de ustedes. ¿Verdad? (Dirigiéndose al caballo)

La guerra debe marcharse… Marcharse…. Marcharse. (Comienza a dar vueltas en torno a la guerra que continúa arrojando su carga).

Debieron consultarme. ¿Para qué sirven, entonces, los concordatos?

¡Vamos, hombre. Que siga la guerra!

Exijo que se marche. (Continúa danzando en torno a la guerra y la hostiga)

Hubiéramos comprado una guerra  santa, con una ciudad legendaria que rescataríamos de los infieles y, luego, regresaríamos satisfechos del deber cumplido, con las arcas llenas, no como esta guerra tonta en la cual todo ha sido pobreza y llanto.
Hubiéramos regresado triunfadores y ricos y esto nos daría la felicidad buscada y el reino de Dios vendría a nosotros.

Se enloqueció este carajo. ¡Que siga la guerra!

(Danzando aún en torno a la guerra) Que se marche…Que se marche…Que se marche…

Esto se está poniendo peligroso para las instituciones y es hora de actuar con energía. ¡Soldados! ¡Soldados! (Da gritos llamando a los soldados que aparecen a toda marcha y mostrando sus armas le prestan saludo) Llévenselos (Señala al obispo y al civil) Llévenselos y enciérrenlos en la celda más oscura y profunda, luego, vuelvan enseguida, tenemos aún muchas batallas qué ganar.
(Los soldados se llevan a los detenidos y quedan solos la guerra y el militar, el cual continúa hablando)
Habrá que dejarlos en libertad y explicar cualquier estupidez a la opinión pública. Ya les diremos que todo ha sido un error lamentable. Los he mandado detener porque quería sostener contigo una conversación en privado. Es necesario que sellemos un pacto pues, como has podido ver, esos están dispuestos a acabarnos a los dos.
(Se dan la mano y el militar, tras colocar un soldado en cada esquina, ordena la libertad de los prisioneros que no salen a la escena. La guerra continúa derramando el contenido de su costal. El militar se dedica a ver  como los soldados controlan el orden. En ese momento entra un mensajero. Viene asustado, sudoroso y jadeante).

Señor (Se cuadra frente al militar). El civil y el obispo han pactado alianza contra vosotros y vienen hacia acá, con un numeroso ejército, dispuestos a dar batalla.

¿Cómo ha podido mi antiguo aliado unirse a la locura bizantina del obispo? ¿He desatado, acaso, fuerzas ignoradas en el orden lógico de la materia? ¿Habrán decretado contra mí una guerra santa? ¿Seré, tal vez, un nuevo dios en la tierra de los hombres?
(Esto lo dice como para sí, dando la espalda a la guerra y al mensajero, luego, volviéndose a estos, exclama)
¡Una guerra gratis! ¿Estará perdiendo el olfato el vendedor de guerras?

Te equivocas. Debes firmar, antes que nada, este documento en el cual garantizas obediencia a mi soberano o, de lo contrario, no contarás con nuestra ayuda y perderás lo ganado hasta ahora.

Yo firmo. No hay problema. Total… Si gano la guerra gobernaré y aun cuando la ganancia sea para vosotros el poder será para mí y el poder está por encima de todo, incluso de la ganancia o del dolor ajeno. ¡Ah! ¡Cuando sea dueño de todo aun cuando los dueños seáis vosotros!
(Firma y al instante otra guerra, mejor que la primera, se les une y se aprestan a esperar el ataque del enemigo).
(Un emisario del civil y del obispo se acerca, todo vestido de blanco se acerca, portando una bandera igualmente blanca)

He venido a ofrecerles la paz, en nombre de la sangre aún no derramada.

¡Paz! Palabra de cobardes que niegan el valor de la violencia.

No escuchen sus palabras. Hablan con el corazón de gallina y sangre de reptil. La cobardía nunca ha sido buena consejera.

Desde el punto de vista estratégico sería conveniente (deleitándose con las palabras) Guillotinar a este emisario tonto y mandar un ultimátum a esos cretinos que no entienden los grandes beneficios que, para la patria, reporta este permanente estado de guerra y de alianzas.

No. Dejadlo ir. Que les diga, simplemente, que se vayan al cuerno. Ya verán el coraje que les da nuestra indiferencia y desprecio.

¡Que se vayan al cuerno. Que se vayan al cuerno!


El Civil propone realizar un referéndum en el cual pueda participar toda la gente y que sea la gente la que decida si vale la pena estar en guerra y que si se decide vivir en guerra sea el obispo el que compre la tan nombrada guerra santa.

¡Referéndum!
 ¡Democracia!

¡Referéndum!
 ¡Democracia!
(Acompañado de las dos guerras comienza a reír y terminan, los tres, dando vueltas en el suelo en tanto el vendedor de guerras se escabulle, siempre sonriente.
(El militar, desde el suelo, dice) Referéndum. ¡Váyanse al carajo!
(El emisario se retira. Suena música marcial y se da comienzo a la batalla. Las fuerzas del civil y del obispo logran dar muerte a las guerras y el militar es hecho prisionero.

Serás juzgado por traición a la patria.



¡Traición! ¡Traición! Sólo he pretendido conservar la tradición y dar, en su nombre, una nueva interpretación al honor. ¿Y qué he recibido en pago? Ser tratado como traidor a la patria que he amado por sobre todas las cosas.

La tradición que necesita de las armas para poder perpetuarse termina por volverse represión abierta y descarada.
¡Guardias! ¡Guardias! (Llama a la guardia que acude de inmediato) Llévenselo y cuiden que lo vigilen con esmero hasta el día del juicio. Después, déjense ver por aquí, tenemos mucho trabajo. Es mucho lo que hay que limpiar para remediar la huella de la locura de unos pocos.

¿Dónde estará el vendedor? Tal vez tenga una guerra santa escondida en algún lugar. No importa que sea una guerra contra un dios de segunda mano.
¿No han visto por ahí al vendedor?
(Todos se dedican a limpiar el lugar menos el obispo que da vueltas por todos lados preguntando, insistente, por el vendedor).


FIN


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