EL VENDEDOR DE GUERRAS
Obra
en dos actos
PERSONAJES
Vendedor de guerras
Militar
Civil
Soberano
Obispo
Guerra I
Guerra II
Mensajero
La escena se desarrolla
en los corredores de la casa de Gobierno.
Se encuentran en el
lugar, en primer plano, el militar y el civil; al fondo, en su despacho y
sentado en un trono, el soberano, rodeado de sus guardias.
Desde el fondo se deja
escuchar la voz del vendedor de guerras:
ACTO
II
La Escena se desarrolla en el mismo lugar pero ahora
todo está destruido a consecuencia de los actos de la guerra.
Al fondo la guerra continúa, incansable, su labor de
destrucción.
Civil
Militar
(Montado a caballo)
Civil
(Sobresaltado)
Obispo
Militar
Civil
Obispo
Militar
Civil
Obispo
Militar
Civil
Obispo
Militar
Civil
Obispo
Militar
Civil
Militar
Mensajero
Militar
Vendedor
(Entra sonriente)
Militar
Emisario
Guerra I
Guerra II
Militar
Guerra I
Todos a coro, menos el emisario.
Emisario
Guerra II
Militar
(Haciendo eco)
Civil
(Acercándose al militar)
Militar
(Colérico)
Civil
Obispo
|
Esto me huele mal. Ya hemos ganado tres veces y la guerra vuelve y
empieza. No hay tiempo ni deseo de reconstruir la paz.
¡Arre justicia humana! Arre. (Fustigando el caballo se dirige al
civil)
Sobre mi cabalgadura descansa la existencia de la patria y en nombre
de ella te pido que firmes este documento en el cual consta que, de buena fe
y de acuerdo a las más elementales leyes de la democracia, me cedes el poder
absoluto para gobernar en estos tiempos de guerra.
¡No! Ha llegado la hora de poner fin a la barbarie. Si alguna vez
compré una guerra y la compartí contigo fue acosado por la irresponsabilidad
del Soberano pero el Soberano ya no existe y es la guerra quien, ahora, nos
gobierna y aprisiona.
Libremos nuestra guerra contra la guerra y dediquémonos a construir
la paz.
(Hace la entrada el obispo. Con gesto grandilocuente y genuflexiones
de todos los estilos se encara con los personajes y les dice)
Es el castigo que impone Dios a todos aquellos que han quebrantado sus
leyes elementales. Habéis comprado una guerra como quien compra un sueño y,
ahora, os aprietan sus cadenas.
¡Alto ahí! Que se dedique dios a sus asuntos y peleas con el demonio
y que nos deje a nosotros estas cosas de gobierno.
Dios les alimenta la esperanza pero quien les alimenta el cuerpo, si
entre soberanos y guerras hasta el alimento ha muerto.
Debieron haberme consultado antes de comprar una guerra así.
Hubiéramos comprado una guerra santa, de esas que se acaban en el justo
momento que matamos el dios contrario.
Me apasionan estos asuntos. ¿Para qué acabar la guerra? ¡Les compro
su parte!
El obispo no tiene parte en este asunto.
Dios siempre tiene parte en todo.
Es problema de ustedes. ¿Verdad? (Dirigiéndose al caballo)
La guerra debe marcharse… Marcharse…. Marcharse. (Comienza a dar
vueltas en torno a la guerra que continúa arrojando su carga).
Debieron consultarme. ¿Para qué sirven, entonces, los concordatos?
¡Vamos, hombre. Que siga la guerra!
Exijo que se marche. (Continúa danzando en torno a la guerra y la
hostiga)
Hubiéramos comprado una guerra
santa, con una ciudad legendaria que rescataríamos de los infieles y,
luego, regresaríamos satisfechos del deber cumplido, con las arcas llenas, no
como esta guerra tonta en la cual todo ha sido pobreza y llanto.
Hubiéramos regresado triunfadores y ricos y esto nos daría la
felicidad buscada y el reino de Dios vendría a nosotros.
Se enloqueció este carajo. ¡Que siga la guerra!
(Danzando aún en torno a la guerra) Que se marche…Que se marche…Que
se marche…
Esto se está poniendo peligroso para las instituciones y es hora de
actuar con energía. ¡Soldados! ¡Soldados! (Da gritos llamando a los soldados
que aparecen a toda marcha y mostrando sus armas le prestan saludo)
Llévenselos (Señala al obispo y al civil) Llévenselos y enciérrenlos en la
celda más oscura y profunda, luego, vuelvan enseguida, tenemos aún muchas
batallas qué ganar.
(Los soldados se llevan a los detenidos y quedan solos la guerra y el
militar, el cual continúa hablando)
Habrá que dejarlos en libertad y explicar cualquier estupidez a la
opinión pública. Ya les diremos que todo ha sido un error lamentable. Los he
mandado detener porque quería sostener contigo una conversación en privado.
Es necesario que sellemos un pacto pues, como has podido ver, esos están
dispuestos a acabarnos a los dos.
(Se dan la mano y el militar, tras colocar un soldado en cada
esquina, ordena la libertad de los prisioneros que no salen a la escena. La
guerra continúa derramando el contenido de su costal. El militar se dedica a
ver como los soldados controlan el
orden. En ese momento entra un mensajero. Viene asustado, sudoroso y
jadeante).
Señor (Se cuadra frente al militar). El civil y el obispo han pactado
alianza contra vosotros y vienen hacia acá, con un numeroso ejército,
dispuestos a dar batalla.
¿Cómo ha podido mi antiguo aliado unirse a la locura bizantina del
obispo? ¿He desatado, acaso, fuerzas ignoradas en el orden lógico de la
materia? ¿Habrán decretado contra mí una guerra santa? ¿Seré, tal vez, un
nuevo dios en la tierra de los hombres?
(Esto lo dice como para sí, dando la espalda a la guerra y al
mensajero, luego, volviéndose a estos, exclama)
¡Una guerra gratis! ¿Estará perdiendo el olfato el vendedor de
guerras?
Te equivocas. Debes firmar, antes que nada, este documento en el cual
garantizas obediencia a mi soberano o, de lo contrario, no contarás con
nuestra ayuda y perderás lo ganado hasta ahora.
Yo firmo. No hay problema. Total… Si gano la guerra gobernaré y aun
cuando la ganancia sea para vosotros el poder será para mí y el poder está
por encima de todo, incluso de la ganancia o del dolor ajeno. ¡Ah! ¡Cuando
sea dueño de todo aun cuando los dueños seáis vosotros!
(Firma y al instante otra guerra, mejor que la primera, se les une y
se aprestan a esperar el ataque del enemigo).
(Un emisario del civil y del obispo se acerca, todo vestido de blanco
se acerca, portando una bandera igualmente blanca)
He venido a ofrecerles la paz, en nombre de la sangre aún no
derramada.
¡Paz! Palabra de cobardes que niegan el valor de la violencia.
No escuchen sus palabras. Hablan con el corazón de gallina y sangre
de reptil. La cobardía nunca ha sido buena consejera.
Desde el punto de vista estratégico sería conveniente (deleitándose
con las palabras) Guillotinar a este emisario tonto y mandar un ultimátum a
esos cretinos que no entienden los grandes beneficios que, para la patria,
reporta este permanente estado de guerra y de alianzas.
No. Dejadlo ir. Que les diga, simplemente, que se vayan al cuerno. Ya
verán el coraje que les da nuestra indiferencia y desprecio.
¡Que se vayan al cuerno. Que se vayan al cuerno!
El Civil propone realizar un referéndum en el cual pueda participar
toda la gente y que sea la gente la que decida si vale la pena estar en
guerra y que si se decide vivir en guerra sea el obispo el que compre la tan
nombrada guerra santa.
¡Referéndum!
¡Democracia!
¡Referéndum!
¡Democracia!
(Acompañado de las dos guerras comienza a reír y terminan, los tres,
dando vueltas en el suelo en tanto el vendedor de guerras se escabulle,
siempre sonriente.
(El militar, desde el suelo, dice) Referéndum. ¡Váyanse al carajo!
(El emisario se retira. Suena música marcial y se da comienzo a la
batalla. Las fuerzas del civil y del obispo logran dar muerte a las guerras y
el militar es hecho prisionero.
Serás juzgado por traición a la patria.
¡Traición! ¡Traición! Sólo he pretendido conservar la tradición y
dar, en su nombre, una nueva interpretación al honor. ¿Y qué he recibido en
pago? Ser tratado como traidor a la patria que he amado por sobre todas las
cosas.
La tradición que necesita de las armas para poder perpetuarse termina
por volverse represión abierta y descarada.
¡Guardias! ¡Guardias! (Llama a la guardia que acude de inmediato)
Llévenselo y cuiden que lo vigilen con esmero hasta el día del juicio.
Después, déjense ver por aquí, tenemos mucho trabajo. Es mucho lo que hay que
limpiar para remediar la huella de la locura de unos pocos.
¿Dónde estará el vendedor? Tal vez tenga una guerra santa escondida
en algún lugar. No importa que sea una guerra contra un dios de segunda mano.
¿No han visto por ahí al vendedor?
(Todos se dedican a limpiar el lugar menos el obispo que da vueltas
por todos lados preguntando, insistente, por el vendedor).
FIN
|
No hay comentarios:
Publicar un comentario