El hombre no ha comprendido que no es el centro de la existencia, que es tan solo un pequeño microbio viviendo en una célula en un rincón olvidado de ese ser infinito que se llama dios o universo, que es un pequeño habitante de un lugar lejano, muy lejano, más allá de cualquier acto que pueda engendrar la vida y que afecte profundamente la existencia de todo.
El hombre no ha comprendido que no habita el corazón de los dioses porque no ha sido capaz de sembrar la ternura en los senderos de la vida, porque no ha sido capaz de soñar infinito con una mañana de soles más allá de sí mismo, porque no ha sido capaz de amar a nadie más que no sea su reflejo en la luna de cristal de algún planeta en fuga.
El hombre no ha comprendido que no es parte del cerebro del universo porque no ha cambiado con sus días el rumbo eterno de las galaxias y planetas que debiera proteger, como un legado infinito de los dioses que un día se unieron amorosos para crear la vida, porque no ha generado siquiera una idea nueva que enrumbe las estrellas por las autopistas eternas que circundan los cielos.
El hombre no ha comprendido que no habita el oído de los dioses porque no es capaz de escuchar la sinfonía eterna del polvo de estrellas copulando planetas, porque no escucha en silencio las voces infinitas que gritan sus ecos a través del vacío infinito, ni los cantos de las sirenas cósmicas que habitan las playas etéreas en el mar de los espacios siderales, más allá de los continentes celestes que componen el universo.
El hombre no sabe que no habita la voz de los dioses porque no habla con palabras sabias ni sabe contar los sueños que un día murieron tras el despertar brusco en una mañana de hoyos negros y de explosiones galácticas, porque no es capaz de contar las historias absurdas de otras especies que al igual que él se creyeron ser dioses y murieron de tedio en medio del silencio y la nada.
El hombre no ha comprendido que no es parte de las manos laboriosas del dios universo porque no construye esperanza, porque sólo destruye todo lo que toca, porque no fabrica con estrellas la inmensidad de los sueños, porque no es capaz de engendrar esperanzas, porque no sabe manejar instrumentos que le permitan un día construir universos.
El hombre no ha entendido que es tan solo un habitante absurdo de una célula en el recodo más inútil del dios de los sueños, tal vez en un codo, tal vez en el dedo pequeño, el hombre se cree el centro del universo y vive perdido en una célula más del más inútil de todos los órganos que componen el cuerpo del dios universo.
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