viernes, 3 de marzo de 2017

CARTAS A LA NADA 17



El hombre camina inútilmente sobre la tierra, sembrando el tiempo de sueños absurdos. Se llama a sí mismo la creación perfecta, ideado a imagen y semejanza de dioses ignorados en el universo del tiempo. Parece un loco alucinado construyendo ciudades, guerras y monumentos, en un afán enfebrecido por dejar una huella sobre la superfice de este planeta agonizante, pretendiendo escribir historias infinitas en la memoria de las generaciones que viven al borde mismo del olvido eterno.

Da risa mirar al hombre y más risa aún habitar su materia y ser testigo de la inmensidad de su ambición que lleva a la muerte de los pocos sueños que podrían reivindicar a la especie humana. Qué corta la vida en esta existencia que nos presta la materia, pocos los actos pueden llevar al hombre a la comprensión del infinito a la luz de la verdadera razón de habitar en estos lugares olvidados por dioses oscuros que se disputan el origen de la vida y la poco honrosa victoria de haber creado a la humanidad sobre la tierra.

Hoy me parecen lejanos aquellos tiempos en los cuales habitaba la indeleble magnitud del universo, en los cuales era, tan solo, chispa de una eternidad que nunca acaba. No sé en que momento tomé la decisión de venir a visitar este planeta infectado de virus humano, agonizante en medio de la eternidad y las estrellas. 

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